Sequía en España. ¡No escarmentamos!

La historia de la mayor parte del territorio de la península ibérica está enmarcada en un clima mediterráneo, caracterizado por inviernos templados y lluviosos, y veranos secos y calurosos, con otoños y primaveras variables, tanto en temperaturas como en precipitaciones. Este clima se acentúa más según nos acercamos a la costa oriental y suroriental. Por lo tanto, todas las civilizaciones que han escrito esta historia aprendieron a gestionar un recurso natural tan vital, y a su vez, tan variable en abundancia como es el agua, pues su supervivencia dependía de ello.

 

Actualmente, España es un país pionero en innovación y desarrollo en la gestión y planificación del agua, ya que ha sabido adaptarse a la escasez de este recurso natural a lo largo de su historia. Concretamente, dentro del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente donde encontramos varios organismos públicos relacionados con la gestión del agua, el estado de los recursos hídricos, del dominio público hidráulico, planificación y gestión hidrológica, etc., existe un organismo llamado Observatorio Nacional de la Sequía (ONS) el cual pretende aglutinar a todas las administraciones hidráulicas españolas con competencias en materia de aguas, con el fin de constituir un centro de conocimiento, anticipación, mitigación y seguimiento de los efectos de la sequía en el territorio nacional. Las principales herramientas con las que cuenta la administración general de estado para la planificación y gestión de sequías son:

 

 

Por lo tanto, puede parecer que España está preparada para afrontar periodos de sequía hidrológica, pues es algo que forma parte de nuestra idiosincrasia. Lamentablemente, hay factores que no podemos controlar, como es la falta de lluvias tan prolongada que hemos sufrido desde hace varios meses. Nuestra “habitual” sequía hidrológica es también una sequía meteorológica, lo que agrava las consecuencias no solo ambientales sino también económicas y sociales de este fenómeno. Embalses bajo mínimos históricos, ríos secos, campos áridos que no producen ni la mitad de lo esperado, y una contaminación atmosférica atroz en las grandes ciudades. Sí, es la peor sequía en décadas, así lo afirman los expertos, y el 2017 será el año más seco desde 1965. Pero el factor meteorológico no lo podemos controlar, ya conocemos nuestro clima y por mucho que seamos capaces de predecirlo, no podemos hacer que llueva más y mejor, o por lo menos de forma más repartida y no tan torrencialmente. Por eso tenemos que centrar nuestros esfuerzos en lo que sí podemos controlar: en el consumo responsable del agua. Aunque parezca poco creíble, aún hay en España más de medio millón de pozo ilegales que extraen agua de los acuíferos para la agricultura, datos reconocidos por el Estado. Si se agotan los embalses, podremos abastecernos de los acuíferos en situaciones verdaderamente excepcionales, pero si nos quedamos sin nuestros acuíferos, estamos perdidos.

 

El sector económico que más agua necesita (un 65% del total del agua utilizada para abastecimiento en general) es la agricultura y la ganadería. Si no propiciáramos los cultivos de regadío, cuando el clima mediterráneo se caracteriza por lo contrario, por un cultivo de secano, quizá el consumo del agua fuera más sostenible. La industria gasta un 15 %, el cual con medidas de control del gasto, evitando derrochar y aprovechando al máximo el agua reciclada, seguramente se pueda reducir. Pero hay que querer, hay que proponérselo. Y como suele ser común con los problemas ambientales, hasta que no vemos las orejas al lobo, no actuamos. De qué sirve que ahora se estén tomando medidas de emergencia en ciudades y pueblos que están sufriendo de primera mano la sequía cuando este problema ya se estaba fraguando desde hacía meses; de qué sirve que en la ciudad de Vigo su ayuntamiento decretara a partir del mes de octubre como medidas la supresión de riegos y baldeos de calles, o la revisión del sistema de saneamiento por si había fugas, incluso se plantearan un trasvase desde un río a otro para abastecer el consumo mínimo de la ciudad, abastecimiento que no tiene asegurado cuando finalice este año. ¿No se supone que somos un país pionero en planificación de la gestión del agua, en gestión de la sequía y de los recursos hídricos? ¿No se puede planificar una correcta prevención de fugas con un buen mantenimiento de los sistemas de abastecimiento? Antes de dejar a la población sin agua por restricciones en su consumo, ¿no se puede prever un uso sostenible del agua en periodos de verano? ¿No se puede prever un aumento del consumo equivalente por habitante en periodos de temporada alta en zonas de afluencia turística?

 

Añadido a todo lo anterior, no encontramos con que el agua es barata en España. Por lo tanto, si se derrocha, no pasa nada, porque para lo que cuesta…Hasta que no veamos el agua que consumimos como un bien caro, y no barato, por lo que supone su carencia, no actuaremos en consecuencia.

 

Irene Alonso Pelegrina

Coordinadora y profesora on-line del Master en Gestión Ambiental de EUDE Business School

Incendios forestales en el noroeste de España: Nadie tiene la culpa y todos un poco

Este titular puede parecer controvertido, pero es que la situación lo es.

Irene Alonso, responsable de Tutorías de Medio Ambiente, nos habla sobre los incendios forestales ocurridos en el noroeste de España. 

 

Todos somos conscientes de que la climatología, de un tiempo  a esta parte,  está  trayendo  consecuencias desastrosas  para nuestro  medio  ambiente,  y digo medio  ambiente  tanto  natural como urbano: no solo un clima soleado, con altas  temperaturas y  falta de precipitaciones provoca sequía, que se echen a perder cultivos, desertización, sino también  acumulación de contaminación en las ciudades que excede los límites Legales permitidos con creces. Y quién no quiera ver que el cambio climático es un hecho, es que está ciego.

 

Estas condiciones ambientales tan poco favorables, son en cambio idóneas para que un incendio forestal, sea intencionado o no, prospere y se propague. Si a esto le añadimos  un viento huracanado como el que soplaba en la costa noroccidental de España a causa del huracán Ophelia, la virulencia de un incendio se multiplica, a la vez que se multiplican las dificultades para su extinción.

 

Dando por hecho en que la mayoría de los incendios ocurridos estos días son intencionados  (cierto que no está probado al 100% pero sí al 90%),  el problema no está en quién enciende el mechero y prende el monte, sino en quien los utiliza de forma  maléfica  con un objetivo. Desgraciadamente, y los habitantes de los pueblos afectados  por los incendios lo dicen de forma tácita, se suele saber quién provoca el incendio pero no lo dicen, ¿por qué?  Se sabe  que se realizan quemas “controladas” de pasto  que  deben estar controladas por los organismos ambientales competentes, y que estas quemas en muchos casos se “descontrolan” provocando conatos o incluso incendios de pasto y hasta forestal. ¿Por qué?

 

La recalificación de los terrenos incendiados no es la respuesta  a estos interrogantes. Ni la Ley de Montes del 2003, modificada en el 2015, favorece este hecho, ni las leyes autonómicas relativas  a los usos del suelo lo refrendan a día de hoy. Cierto es que la propia Ley de Montes,  que es tajante en cuanto a que un terreno forestal incendiado no puede sufrir un cambio de uso a ningún otro uso hasta que no pasen 30 años desde el incendio. Además, se prohíbe toda actividad incompatible con la regeneración  de la cubierta vegetal, durante un periodo que determina la propia Comunidad  Autónoma con su legislación. Ahora bien, aquí es donde está el quid de la cuestión: la legislación  de las Comunidades Autónomas,  ya que éstas tiene potestad de legislar en esta materia, sin contradecir  lo que marca la legislación  estatal. Si hay excepciones en los cambios de uso del suelo forestal quemado, esta responsabilidad  recae exclusivamente en las CCAA. Y estas excepciones son las siguientes:

 

 

 

 

Pero ni Galicia, ni Asturias ni Castilla León, actualmente, han regulado  estas excepciones mediante  ley. Por lo tanto, no se va a construir  en los terrenos incendiados hoy por hoy.

 

Sin embargo, hay que mencionar otro aspecto fundamental que creo que es crucial para evitar o reducir la virulencia de los incendios forestales en España, ya que nuestras  condiciones climáticas y de vegetación no ayudan: la PREVENCIÓN. La limpieza de los bosques durante todo el año es fundamental, el desbroce del sotobosque,  la eliminación de árboles  caídos y, de madera muerta, en definitiva el mantenimiento de nuestros  montes. Esto requiere de inversión del estado y  de las comunidades  autónomas,  pero  qué  mejor inversión que ésta.  Invertir en  brigadas profesionalizadas que trabajen todo el año, no sólo durante la campaña de incendios, en el mantenimiento del bosque,  de nuestros  montes,  de nuestro  patrimonio  natural, que es de todos en general y de nadie en particular.

 

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Irene Alonso Pelegrina
Responsable de Tutorías de Medio Ambiente, Calidad y Desarrollo Sostenible de EUDE Business School